De regreso de Barcelona a Londres, vuelvo con las manos vacías.
Cada visita es una nueva respiración que me da una dosis doble de oxígeno lingüístico tan necesario después de 21 años en Londres. Es un oxígeno de una idiosincrasia diferente. Aunque después de tantos años fuera de Argentina, ya no interesa si la sangre es A, B, O positivo o negativo. Volviendo a lo que me ocupa, el oxígeno no pudo suplir la búsqueda infructuosa de dos libros importantes. Dos regalos prometidos en sus traducciones al castellano. Primero, La mujer completa de Germaine Greer, un libro lleno de humor, ingenio y lucidez y sobre todo conocimiento. Toda mujer u hombre que desee adentrarse en la verdad del ser femenino se beneficiará al leerlo. Podrá también llevarse algunas sorpresas y no estar de acuerdo con todo lo dicho por Greer, pero sin duda el ensayo es un desafío en sí mismo. Lo que me lleva al segundo libro, una de las novelas de las que se han hecho más estudios monográficos en Brasil. Un libro enigmático y al mismo tiempo de una claridad que asusta. Es un viaje de auto conocimiento sin casi personalización que lleva al personaje a una verdad universal. Es un libro que compromete profundamente, pero sólo si el lector se abandona a ese abrazo magnético de Clarice Lispector. Me refiero a La pasión según G.H. de este monstruo de la imaginación nacida en Ucrania pero criada brasileña. Regresé con las manos vacías. Después de una inútil incursión en un sin fin de librerías de Barcelona que incluyen Alibri, Librería Catalonia y La Casa del Libro, llegué a la conclusión de que los libros importantes ocupan cada vez menos las estanterías de las librerías y me pregunto si será porque el lector tampoco ocupa pensamientos importantes. Por la cantidad de libros dedicados por sus autores a entretener o distraer de las ideas importantes, no tengo más que concluir que el lector mayoritario, el que se llena la bolsa de tanta palabra fácil es de lectura fácil también. Dos preguntas en una: ¿Es que la librería subestima al lector o que al lector no le «apetece» el libro que cuenta algo más que una historia? Siempre me intrigó saber si es la publicidad la que vende o el público el que compra. O son ambos los que se alimentan mutuamente de su necesidad. Si así fuera, no hay mucho que esperar de lo que seguiremos encontrando en el menú literario…