¿Infalibilidad del Papa?

No sólo los hechos recientes ponen en cuestión los poderes divinos históricamente autoatribuidos por la Iglesia, sino exponen la farsa que la Iglesia no ha conseguido esquivar, con sus argumentos inconsecuentes, algunos hasta demenciales.

Para empezar ¿cómo es posible que se sostenga la infalibilidad del Papa, otorgada directamente de la divinidad,  como la piedra angular de la Iglesia y sus dictámenes, si ha quedado claramente expuesta la ocultación por parte del Papa Juan Pablo II de los miles de abusos sexuales del pasado. ¿Significa esto que el Papa de entonces no era infalible? ¿Qué dice esto sobre la credibilidad de la Iglesia? A pesar del escándalo y los documentos testimonio de los hechos, los voceros de la Iglesia siguen negándolo todo, tachando la información de calumnias. Nada nuevo… Es sólo cuestión de indagar en el oscuro pasado de la Iglesia, desde la edad media y los siglos subsiguientes de persecución, muerte y corrupción para constatar que aunque aquellas prácticas mermaron, corre la misma historia de manipulación y el mismo doblez ante los ojos del mundo.

En boca de monseñor Charles Scicluna, el promotor de justicia del Vaticano, ahora leemos que “El Vaticano usará toda la fuerza de la ley para evitar y castigar la ordenación de mujeres”. No recuerdo haber leído una promesa tan categórica, en boca de la iglesia y sus altos enviados ante la prensa, contra los clérigos perpetradores de miles de abusos a niños.

El Vaticano acaba de anunciar el establecimiento de nuevas leyes y entra ellas revela como “un crimen grave, de la misma categoría que el abuso sexual de los niños, la ordenación de mujeres”. “Las mujeres y aquellos obispos que las ordenen serán excomulgados automáticamente”, dice. Me pregunto si la Iglesia adjudica a estos crímenes la misma gravedad de los crímenes de abuso sexual a niños, ¿por qué no se ha excomulgado ipso facto a los miles de sacerdotes pederastas? Estos sacerdotes y/o personal laico que han cometido actos de abuso sexual a niños simplemente son reubicados o trasladados a otras parroquias. O sea continúan trabajando impunemente amparados por la Iglesia, sin sufrir el peso de la ley ni civil ni divina.

Estas posturas que muestran una práctica clara de doble moral por parte de la Iglesia son tan ostensibles como imperdonables. Hay otras preguntas tanto o más serias que también la Iglesia esquiva astutamente. ¿Es la aplicación de la ley y sus castigos diferente para hombres y mujeres? ¿Cómo es posible considerar de la misma gravedad un acto criminal de aberración sexual ante la ley civil, y ponerlo a la altura de una propuesta sanamente progresista: darle a la mujer un lugar en el marco de la autoridad eclesiástica?

“Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” dice Rouco citando al Señor en las escrituras. Voces de venganza…  ¿y la espiritualidad? Siguen revelándose la ocultación y la misoginia. Disparidades de una forma arbitraria de ver el mundo bajo las lentes gruesas y empañadas del poder patriarcal de la Iglesia.