Oriana Fallaci

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En la semana de su aniversario, una voz fuerte y apasionada del siglo XX, siempre valiente en su disección de la política, el poder y el ego, con sus efectos devastadores para las democracias mundiales.

Periodista y escritora italiana, partisana durante la segunda Guerra Mundial. El ex director del diario Corriere Della Sera la llamó “nuestra más celebrada escritora”. El Los Angeles Times la describió como “la periodista a quien ninguna figura mundial pudo negarle nada”. Como joven periodista, entrevistó a líderes políticos y personajes famosos como el ayatola Jomeini, Yasir Arafat, Indira Ghandi, Lech Walesa, Golda Meir, Henry Kissinger. A raíz de su entrevista con Jomeini publicó un libro llamado Ayatola, cuya publicación está prohibida en Irán. Escribió una serie de artículos y libros sumamente críticos del Islam y los árabes, que crearon gran polémica entre algunas facciones.

Fallaci nació en Florencia, hija de Edoardo Fallaci, ebanista y activista político que luchó contra la dictadura fascista de Mussolini. Con 16 años, Oriana comenzó a trabajar como periodista para costearse los estudios de medicina, pero la mala salud la forzó a abandonarlos. Durante la segunda Guerra Mundial, Oriana conoció las atrocidades de la guerra y, aunque muy joven, se unió a la resistencia. Comenzó su carrera periodística como corresponsal en 1950. Fue corresponsal de guerra en Vietnam, en la guerra entre India y Paquistán, en Medio Oriente y en Latinoamérica. Durante muchos años, Fallaci fue corresponsal especial para la revista política L´Europeo y la revista Epoca. Durante la masacre de Tlatelolco en 1968 a Fallaci le dispararon tres veces, la arrastraron del pelo por las escaleras y el ejército mexicano la dio por muerta.

En los años 70, tuvo un amorío con uno de sus entrevistados, Alexandros Panagoulis, una figura solitaria en la resistencia griega contra la dictadura de 1967. Fue capturado, torturado y encarcelado por su intento fracasado de asesinato contra el dictador y ex coronel Georgios Papadopoulos. Panagoulis murió en 1976, en circunstancias controvertidas en un accidente de tráfico. Fallaci mantuvo que Panagoulis fue asesinado por miembros de la junta militar griega y su libro Un hombre está inspirado en la vida de Panagoulis.

Durante la famosa entrevista de 1972 con Henry Kissinger, éste admitió que la Guerra de Vietnam fue una “guerra inútil” y se comparó a un “cowboy” que cabalga solo adelante de un vagón de tren”. Kissinger luego escribió que fue “la conversación más desastrosa que he tenido con la prensa en toda mi vida”.

Fallaci recibió dos veces el premio periodístico St. Vincent, al igual que el Premio Bancarella en 1971, el Premio Viareggio en 1979, por Un Hombre y el Premio Antibes en 1993.

También dio cátedra en las Universidades de Chicago, Yale, Harvard y Columbia. Sus libros se han traducido a 21 idiomas y ha vendido varios millones de ejemplares en todo el mundo.

En 2002 el Centro Islámico Suizo la demandó por el supuesto contenido racista de La rabia y el orgullo, y la corte suiza pidió su extradición al gobierno italiano, que se negó al afirmar que la constitución italiana protege la libertad de expresión. En 2005, volvieron a demandarla por “ser ofensivos algunos de los comentarios en su libro contra el Islam”.  Fallaci a su vez acusó al demandante de haber ordenado su asesinato y difamado al cristianismo.

Fallaci pasó los últimos años de su vida en Nueva York, donde vivió durante varios años con cáncer de pulmón y de pecho, al que se refirió como “el Otro” en sus libros más recientes. Regresó a Italia antes de morir en un hospital de Florencia a los 77 años.

“Para que la gente piense un poco más, fuera de los dogmas con los que nos viene alimentando esta sociedad durante siglos. Para ofrecer historias e ideas que ayuden a la gente a ver mejor, pensar mejor y saber un poco más”. O.F.

Testosterona

              

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Cada día en la radio se habla de acoso, hostigamiento, maltrato, violación, asesinato. ¿Es necesario aclarar quiénes son las víctimas de estas acciones? Estas palabras salen diariamente en las noticias. Si no es en Bogotá, es en Londres y sino en Munich o en… La lista es interminable. Mujeres mayores de 14 años asesinadas en 2003 solamente en 40 países: 63.000. Una cada ocho minutos. Lo que nos lleva a preguntarnos cuántas mujeres sufren repetidas veces por maltrato, acoso, violación, o cualquier otro acto de violencia. Sea callada o abiertamente, la mujer sigue expuesta a la violencia masculina. 

En Radio 3 de la BBC, la semana pasada se dedicó un programa breve al tema del acoso. El argumento se repite: un hombre que no sólo se niega a mudarse de la casa de su ex pareja cuando ésta rompe la relación, sino que con sus actos de violencia la obliga a abandonar su propia casa, su ciudad, su trabajo, sus amigos. Otro que acosa con llamados diarios a su ex pareja de apenas 17 años en casa de sus padres, la espera afuera durante horas, usa el jardín de la familia como gimnasio y no la deja en paz. Estos casos ya son terriblemente angustiantes y amenazadores para la mujer. Y si hablamos de los casos como el de la niña inglesa Madeleine de cuatro años, raptada de su departamento de vacaciones en Portugal y desaparecida hace más de un mes… ¿En qué categoría entra esta noticia? 

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Los medios informan diariamente sobre violencia contra la mujer, además de los actos de violencia que no se imprimen como noticia, sino en la piel silenciosa de sus víctimas. Los medios informan los hechos inauditos como parte del statu quo, la realidad diaria. Una más para escuchar mientras comemos el sándwich a media mañana, o esperamos el último tema de Madonna que viene después, o el aviso del show de George Michael en el estadio de Wembley. Todos los días, tragamos las noticias de violencia contra la mujer con un vaso de vino, una cerveza o un café. Se sabe que ocurrirá. Se espera que ocurra. Lo aceptamos, lo aceptan. Mientras sacudimos la cabeza de lado a lado. Mientras nada se dice sobre el perpetrador.  

¿Por qué no se analiza el problema? ¿Por qué no se va a la raíz para solucionarlo? ¿Por qué no se busca la manera?

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Tal vez la respuesta esté en la reciente invención de la farmacología: el milagroso Viagra (el medicamento para la disfunción eréctil). Mientras que recibimos cientos de emails publicitarios que ofrecen Viagra (y que gracias a la existencia del buzón de correo basura terminan donde deben estar) para la continua sublimación de la potencia masculina, las mujeres siguen siendo víctimas de esa potencia. La testosterona del hombre que controla al mundo según sus necesidades. El desarrollo de productos dirigidos, confeccionados a su medida.  

¿Por qué no se invierte, por el contrario, en el desarrollo de una droga que evite el abuso diario, la noticia diaria, la diaria tortura bajo el tapete, a puertas cerradas, a golpes, a violación conyugal, la muerte de las niñas en manos de animales que se dicen hombres? La droga opuesta al Viagra. La que cancele al animal que no tiene lugar en una sociedad que se dice civilizada. En el siglo XXI, avanzamos con la más sofisticada tecnología aplicada a la ciencia y todos los ámbitos de la vida… ¿para el avance de la civilización?              

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¿No se resuelve el problema de obesidad (cuando no se consigue seguir una dieta) con el grapado gástrico? Por qué no castrar a un pedófilo reincidente o a un violador. La gente obesa no es un peligro para la sociedad y, sin embargo, la medicina tiene una solución para ellos.  

Solamente 23 países en el mundo tienen estadísticas de cuántas mujeres mueren al año por violencia machista. Se sabe que son miles las que mueren. Serán cientos de miles las que sufren maltratos y violencia sistemáticamente. 

La excusa: “la testosterona es parte de nuestra naturaleza”. Bienvenidos al siglo XXI, cortesía del machismo y el silencio institucional “erecto” por el control masculino.

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Anaïs Nin

               anais-nin.jpg   21/02/1903 – 14/01/1977

 Autora de novelas de vanguardia en estilo surrealista francés, se la conoce muy bien por su vida y los Diarios de Anaïs Nin, ocho volúmenes de sus diarios personales escritos a su padre que abandonó a la familia cuando ella tenía once años. Su trabajo literario revela la influencia del movimiento surrealista y su estudio del psicoanálisis con Otto Rank. 

Anaïs Nin nació en Neuilly, Francia. Su padre, el compositor Joaquin Nin, se crió en España, pero nació en Cuba y allí regresó luego de abandonar a su familia. Su madre, Rosa Culmell y Vigaraud, era de origen cubano, francés y danés. Anaïs vivió gran parte de su juventud con parientes cubanos. En 1914, Anaïs se mudó a Estados Unidos. Se educó en colegios católicos y finalmente dejó sus estudios para trabajar como modelo y bailarina. Regresó a Europa en 1923.

Anaïs fue una figura literaria desconocida la mayor parte de su vida, hasta que los diarios que escribía desde 1931, comenzaron a publicarse en 1966. Cada uno de los ocho volúmenes de El diario de Anaïs Nin tiene un tema e incluye cartas que intercambiaba con amigos como Henry Miller. La popularidad de los diarios atrajeron el interés a sus novelas anteriores Delta de Venus y Pájaros de fuego, escritas originalmente en los años 40, y que se publicaron después de su muerte (1977, 1979).

Ningún editor se interesó en la publicación de sus novelas. Ella misma se vio forzada a imprimir sus libros. Instaló, en un desván de Nueva York una imprenta rústica, en la que imprimía sus propios textos y los de sus amigos, escritores de vanguardia. Para el mundillo literario norteamericano, Nin no era más que una escritora extranjera que escribía en inglés, pero que había publicado en Francia. Nunca perdonó a Truman Capote, Tennessee Williams, Gore Vidal y Djuna Barnes, entonces escritores reconocidos en Estados Unidos, no haberla tomado en cuenta como creadora. Al verse relegada, buscó a las minorías en un rincón del Greenwich Village.

Anais Nin también fue conocida por sus amantes, que incluyeron a Henry Miller, Edmund Wilson, Gore Vidal y Otto Rank. Estaba casada con el banquero Hugh Guiler de Nueva York, quien toleró sus aventuras. Contrajo matrimonio bígamo con Rupert Pole en California, pero consiguió la anulación cuando su fama se extendió. Al morir vivía con Pole, quien se entregó a la publicación de una nueva edición de los diarios en su versión íntegra.

Las ideas de Anaís Nin sobre lo masculino y lo femenino influenciaron al sector del feminismo conocido como “feminismo de la diferencia”. Más tarde se desvinculó de las formas más políticas de feminismo, al creer que el autoconocimiento a través de la escritura de diarios era una fuente de liberación personal. Anaïs murió de cáncer en California.   

“En mí siempre hubo dos mujeres:
Una desesperada y confundida, que sentía ahogarse. La otra, que saltaba al escenario, escondía sus verdaderas emociones porque eran debilidades, fragilidad, desesperación, y al mundo presentaba sólo una sonrisa, pasión, curiosidad, entusiasmo”.
A.N.

 “No vemos las cosas como son, sino como somos”. A.N. 

“No he dejado de ser consciente del drama político que se desarrolla y no he tomado partido porque para mí la política, sea la que sea, me parece podrida hasta el fondo, basada en lo económico en lugar de basarse en lo humanitario. Contra el odio, el poder y el fanatismo, los sistemas y los planes, yo pongo el amor y la creación, una y otra vez, a pesar de la locura del mundo». A. N. 

Colette

                         28/01/1873 – 03/08/1954 

Novelista francesa contemporánea de Marcel Proust, Paul Valery, André gide y Paul Claudel. Sus temas principales: la alegría y el dolor del amor, la sexualidad femenina en un mundo dominado por el hombre. La mayoría de sus obras son autobiográficas, aunque Colette intencionalmente desdibujó los límites entre la ficción y la realidad. Escribió más de 50 novelas y libros de cuentos cortos.

Sidonie-Cabrielle Colette nació en la aldea Borgoñesa de Saint-Sauveur-en Puisaye. Hija del capitán de ejército retirado, Jules-Joseph Colette, quien perdió una pierna en la campaña italiana y trabajaba como recaudador de impuestos. La madre de Colette, Adele Eugenie Sidonie Landoy, conocida como ‘Sidonie’ o ‘Sido’, era un personaje poco común, una persona sumamente objetiva, dedicada a sus mascotas, a sus libros y su jardín. Colette tuvo una infancia feliz en un entorno rural, el escenario de sus muchas novelas.

A los 20 años se casó con el escritor y crítico musical Henri Gauthier-Villars 15 años mayor que ella. Los biógrafos de Colette lo describen como un charlatán literario, un degenerado y un explotador de sus colaboradores.

Bajo el seudónimo de su marido Willy, Colette publicó en un corto período cuatro novelas de la serie Claudina (1900 a 03). En su época, se corrió la voz de que él encerraba a Colette en su habitación hasta que ella escribiera lo suficiente. La serie de cuatro novelas describía las aventuras indecorosas de una joven adolescente. Tuvo gran éxito e inspiró todo tipo de otros productos derivados: un musical, un uniforme Claudine, jabón Claudine, cigarros, y perfume.

Cansada de las infidelidades de su marido, Colette lo dejó en 1905. Luego del divorcio en 1906, Colette se convirtió en actriz de music-hall. Quebrando todas las convenciones sociales de los cánones de comportamiento femenino, en el escenario descubría uno de sus senos y en un sketch mimetizaba la cópula, escandalizando al público del Moulin Rouge. La agente y protectora de Colette, conocida como ‘Missy’, era sobrina de Napoleón III, la Marqueza de Belboeuf. Entre otras amigas de Colette, y posiblemente sus amantes, estaba Natalie Clifford Barney, y la escritora italiana Gabriele d’Annunzzio.

En 1912 Colette se casó con Henri de Jouvenel des Ursins, editor del periódico Le Matin, donde publicó crónicas teatrales y cuentos. Tuvieron una hija, Colette de Jouvenel, quien más tarde dijo que sus padres no le daban atención (su madre no quería hijos). En 1910 Colette publicó La Vagabunda, un cuento sobre una actriz que rechaza al hombre que ama para poder ser independiente.

Durante la Primer Guerra Mundial Colette convirtió la mansión de su marido en St. Malo en un hospital para los heridos. Al terminar la guerra, la invistieron  con el título de Chevalier de la Legión de Honor (1920).

Los años 20 le trajeron gran fama. Entró en el mundo de la poesía moderna y la pintura, en cuyo centro estaba Jean Cocteau. Ya en 1927 Colette era constantemente aclamada como la más grande escritora francesa. La mayoría de los protagonistas de las obras de Colette son prostitutas, bisexuales y gigolós, seres socialmente marginados. Colette asociaba el carácter de la mujer con su capacidad de supervivencia. Sus personajes muestran el contraste de la fuerza femenina y la fragilidad que puede llevar al suicidio

En los años 40 Colette retrató sus últimos años en La estrella de la tarde (1946) y El farol azul (1949), donde constantemente cuestiona la relación entre autobiografía y ficción. Gigi (1945) se publicó a sus 72 años. En 1948 se hizo una película basada en la novela y  Vincente Minnelli dirigió una versión musicalizada en 1958.

En los años 30 Colette fue aceptada como miembro de la Academia Real Belga y fue la primera mujer que entró en la prestigiosa academia Goncourt. También ganó numerosos premios por su obra literaria. Durante los últimos 20 años de su vida Colette sufrió una forma paralizante de artritis, que comenzó con la fractura del peroné en 1931. Su matrimonio con Henry de Jouvenal terminó 1924.

Desde 1935 estuvo casada con Maurice Goudaket, cuyo negocio de perlas se arruinó durante la Depresión. Colette tuvo que mantenerlo, porque como judío no conseguía trabajo y tuvo que esconderse durante la ocupación alemana en Francia. Colette murió en París y le otorgaron un funeral nacional, a pesar de negársele un servicio religioso católico por haberse divorciado. Miles de personas asistieron a su funeral.

 «Con una imagen, a menudo conseguimos aferrarnos a nuestras posesiones perdidas.  Pero es la desesperación de perder la que recoge las flores del recuerdo para formar un ramo.» (Mis Aprendizajes, 1936) Colette. 

Incluso en Inglaterra…

Otro evento interesante 

    
       Shazia Mirza                 Stella Duffy                  Marina Lewycka

Un panel de tres mujeres profesionales del humor se reunieron el día 4 de junio en el centro de las artes South Bank Centre frente al río Támesis, para diseccionar la aparición de la escritora humorística. 
Como era de esperar…y así lo comentaron las panelistas, la presencia masculina en el público apenas alcanzó un 2%. Felicitaciones a los presentes. 

Algunas de las preguntas:¿Lo que escribe la mujer es diferente de lo que escribe el hombre? ¿Existen bromas universales que funcionan para todos en todo el mundo?  

Según Stella Duffy, escritora de 10 novelas y cómica de micrófono opina que el mundo del humor sigue siendo de propiedad del hombre, especialmente en ése género (en Inglaterra llamado “Standup Comedy”).“Es la percepción que se tiene de la mujer en esos círculos. Te miran y te juzgan con lupa. Y se nos critica mucho porque trabajamos el humor de manera diferente. La mujer desarrolla la idea que va en crescendo poco a poco…y luego suelta el chiste. El hombre lo dice todo rápido y suelta el chiste de pronto”. 

Shazia Mirza, también cómica de micrófono de un humor cáustico y directo, tiene una experiencia similar. “Me tuve que volver masculina, casi un tipo en el escenario, para tener éxito ante el público. El hombre tiene “permiso” para ser gracioso. La mujer, no. Si una mujer sale sola al escenario y se para frente a un micrófono, se espera el doble de ella. Y se espera que su comicidad sea como la del hombre, de acuerdo a sus reglas. Hay dos hechos en el mundo del humor: Uno es que los hombres se sienten amenazados por las mujeres masculinas. El otro es que no creen que una mujer femenina tenga gracia. ¡O sea no tenemos por dónde ganar!” Es interesante, en cambio, que un cómico de micrófono como Alan Carr tenga principalmente un público femenino de mujeres maduras. “Creo que se sienten menos amenazadas por ser Alan tan amanerado”. 

La escritora Marina Lewycka, la primera mujer ganadora del premio de comedia Bollinger Everyman Wodehouse (2005) es muy clara y precisa: “Los hombres leen a los hombres. Las mujeres leemos a los dos. El concepto general es: Los hombres escriben literatura, las mujeres escribimos basura comercial. 

Otra diferencia que marca Shazia: “Si el público no se ríe, la mujer humorista se ofende. A los hombres humoristas no les importa o no se dan cuenta de que no son graciosos. Un colega, luego de una noche de muy pocas risas, me dijo después: “Qué bueno. Sí. Fue bastante bien, ¿no?”. Ni se dio cuenta… Nosotras nos preocupamos muchísimo. Sufrimos si sale una mala crítica”.  Para Marina, el hecho de haber sido catalogada como escritora humorística, le resulta un peso. “Me siento responsable de ser graciosa cada vez que voy a una charla o que escribo otro libro. No considero lo que escribo humorístico. Yo escribo sobre la naturaleza humana. Aunque, en el fondo, todos somos muy cómicos. Usamos ropas cómicas, nuestros hábitos son cómicos. El sexo es la cosa más cómica de todas. Pero somos lo único que tenemos. Y creo que, en última instancia, somos agradables, aunque muy graciosos». Cuando le preguntaron a Marina si consideraba la literatura de Jane Austen humorística: “Claro, pero nadie lo dice, porque se supone que la literatura es seria y la comedia frívola. Es interesante que Ian McEwan no haya vendido su libro Amor Perdurable tan bien como sus libros anteriores. En primer lugar, el libro tiene la palabra “amor” en el título. Y en segundo, salió con tapa rosa. Los libros se venden en su mayoría por el título y el diseño de la tapa”.  

Fue muy refrescante y divertido compartir con estas mujeres perfectamente ingeniosas la agudeza de sus mentes, aunque no parezca muy humorística la charla, así resumida y editada en sus elementos informativos. Sobre el tema de la “basura comercial”, diría que las editoriales no ayudan demasiado, al darle a la mujer escritora un espacio de apenas el 5% (en España) de todo lo que se publica. Aunque no dudo de que el porcentaje sea aproximadamente el mismo en el resto de la industria editorial mundial. No en vano, la Sra. Rowlings durante largo tiempo optó por usar simplemente el J.K. Muy astuta de su parte…pero no le robó la idea a nadie y las mujeres seguimos usándola desde siempre, por necesidad. Estamos sujetas a tantas categorías y conceptos anquilosados, que sofocan cualquier voluntad de ser libres en nuestra expresión. Estamos oprimidas, sofocadas, acosadas por categorías, instituciones del pensar que no nos llevan a ningún lugar más que a los mismos lugares que visitamos una y otra vez para respirar aires viciados.Qué más viciado que un libro no se venda por el color rosa de su tapa y la palabra “amor” en el título. Simplemente, el Sr. McEwan perdió a su público masculino, por éste tener miedo de ensuciarse las manos o tal vez ser visto en el metro con un libro que contiene colores y palabras que amenazan su masculinidad. Una masculinidad rápida, como las bromas que cuenta. Entregar el chiste rápido, el placer rápido, el orgasmo precoz, la necesidad de soltar, rápido, como un chicotazo. Su objetivo es el resultado.
El placer demorado, como el del humor femenino, el desarrollo, el amor al proceso, es obra de mujer.                                              
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Cuando no sale una mujer el domingo…

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Ayer domingo fue otro de esos domingos en que Mujeres para pensar no pudo publicar la mujer habitual.

Como ha sucedió un par de veces anteriormente, Mujeres para pensar tratará, en estos casos,  de hacer la publicación del domingo durante la semana o publicará algo especial para resarcir a las lectoras o los lectores de la omisión.

¡Muy buena semana para todas y todos! A.G.