María Moliner

María Moliner    30/03/1900 – 22/01/1981

Filóloga y lexicógrafa creadora del Diccionario de uso María Moliner

Fue hija de un médico rural de Paniza, Enrique Moliner Sanz y de Matilde Ruiz Lanaja, siendo ella la hija del medio de tres hermanos, entre Enrique y Matilde

En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, los padres y ambos hijos mayores se trasladaron a Almazán (Soria) y, casi inmediatamente, a Madrid. Después de un segundo viaje a América en 1914, su padre se quedó en Argentina, abandonando a la familia. Esto motivó probablemente que en 1915 la madre decidiera dejar Madrid y regresar a Aragón. A pesar del dolor por el terrible abandono del padre, la familia sale adelante en buena parte gracias a la ayuda económica de María, que, aun siendo muy joven, se dedica a dar clases particulares de latín, matemáticas e historia. Según dirían más tarde sus hijos, estas duras circunstancias fueron fundamentales en el desarrollo de la personalidad de su madre.

Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre, en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando en julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.

En Zaragoza se formó y trabajó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, donde colaboró en la realización del Diccionario aragonés. El método de trabajo adquirido y practicado en esta institución hubo de ser muy importante en su formación filológica y en su posterior trabajo como lexicógrafa.

Se licenció en 1921 en la especialidad de Historia, la única existente por entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza), con las máximas calificaciones y Premio Extraordinario. Casi los mismos pasos siguió su hermana Matilde, licenciada en lo mismo con iguales honores, pero en 1925, y también cooperante en el Estudio de Filología de Aragón. Más tarde, su hermana sería también su colaboradora.

Al año siguiente María ganó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinada en agosto al Archivo General de Simancas, desde el que pasó, en 1924, al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia y años más tarde, a comienzos de los treinta, al de Valencia.

En Murcia conoció a Fernando Ramón Ferrando, por entonces joven licenciado en Física, de ideología de izquierdas como la suya, con quien se casó en 1925. Allí nacieron sus dos primeros hijos: Enrique y Fernando. En Valencia nacen los dos hijos menores: Carmen y Pedro.

La labor de Moliner en el decenio 1929-1939 como parte muy activa en la política bibliotecaria nacional, especialmente durante la República, ha sido bien resaltada.

Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y por la difusión cultural, la llevó a reflexionar sobre ello en varios textos: Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España (1935) y a una participación muy activa en el grupo de trabajo que publicó, de forma colectiva, el librito Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (1937), un trabajo vinculado a las Misiones Pedagógicas de la República. Además, dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia, participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España, y desarrolló un amplio trabajo como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, creado en febrero de 1937, en la que Moliner fue encargada de la Subsección de Bibliotecas Escolares.

Tras la derrota del bando republicano en la Guerra Civil Española el matrimonio sufrió represalias directas; él perdió la cátedra, fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo.

En 1946 su marido fue rehabilitado, pasando como catedrático de Física a la Universidad de Salamanca. La familia se traslada entonces a Madrid, de donde él va y viene a sus clases, mientras María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, llegando a ser su directora hasta su jubilación en 1970.

Hacia 1952 su hijo Fernando le trajo de París un libro que llamó profundamente su atención, el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby (1948). A ella, que, consciente de las deficiencias del DRAE, andaba ya confeccionando anotaciones sobre vocablos, este libro le dio la idea de hacer «un pequeño diccionario,… en 2 añitos». Por entonces comenzó a componer su Diccionario de uso del español, enorme empresa que le llevaría más de quince años, trabajando siempre en su casa. María se aísla para trabajar con gran intensidad. Madruga para trabajar en el diccionario antes de ir a trabajar y a su regreso también trabaja hasta tarde.

Tuvo numerosos enfrentamientos en su trabajo para que los libros no quedaran dentro de los armarios. También fue a enfrentarse a los juzgados por haber sido su hijo Pedro arrestado por socialista.

Días antes de la entrada de los fascistas en Valencia, María Moliner quemó una gran cantidad de libros y documentos.

A instancias del académico Dámaso Alonso, que seguía con interés su trabajo y tenía conexiones con la editorial Gredos, Moliner acabó firmando, en 1955, un contrato con ésta para la futura publicación de la obra, cuya edición tipográfica fue extremadamente laboriosa. Decía que a ella nada le había ocurrido por casualidad.

Su Diccionario era de definiciones, de sinónimos, de expresiones y frases hechas, y de familias de palabras. Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C (criterio que la RAE no seguiría hasta 1994), o términos de uso ya común pero que la RAE no había admitido, como «cibernética», y agregó una gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos.

El 7 de noviembre de 1972, el escritor Daniel Sueiro entrevistaba en el Heraldo de Aragón a María Moliner. El titular era un interrogante: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?». La habían propuesto Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. Pero el electo, a la postre, sería Emilio Alarcos Llorach.

María decía una de las frases suyas que más veces se han repetido: Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (…) Mi obra es limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!».

La causa del rechazo pudo ser una combinación de su condición de mujer (hubiera sido la primera en ser admitida a la institución), y su no pertenencia a la filología académica. El académico Miguel Delibes, tras el fallecimiento de la antigua candidata, opinó que «es una lástima que, por esas circunstancias especiales en que se han desenvuelto siempre los temas que rodean a la presencia de mujeres en la Academia, María Moliner no haya podido ocupar un sillón en la entidad». Una de sus necrológicas definió bien lo que resultó de aquella injusticia: «Una académica sin sillón».

La escritora Carmen Conde, que sería muy pocos años después, en 1978 (ya en el periodo democrático), la primera mujer admitida a la Academia, siempre ha reconocido que ocupaba el puesto que hubiera debido corresponder a María Moliner, y no olvidó mencionarlo indirectamente en su discurso de ingreso, en 1979: «Vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria».

La primera (y la única edición original autorizada por ella) fue publicada en 1966-67 por la editorial Gredos. En 1998 se publicó una segunda edición que consta de dos volúmenes y un CD-ROM, así como una edición abreviada en un tomo. La tercera y última revisión fue editada en septiembre del 2007 y consta de dos tomos. En 2008 la editorial Gredos editó para el diario español El País una versión abreviada en tres tomos. Ninguna de estas ediciones posteriores a la de 1966-67 obtuvieron la autorización de los herederos de María Moliner, por lo que su hijo Fernando ha abierto un proceso judicial contra Gredos por las ediciones del diccionario apócrifo, que difiere del original.

Su más reciente biógrafa, I. de la Fuente, resume así las causas: «Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada».

Quizá a modo de compensación, en junio de 1973 la Real Academia Española le otorgó, por unanimidad, el Premio «Lorenzo Nieto López», «por sus trabajos en pro de la lengua». Sin embargo, en realidad era tarde, pues el rechazo de María Moliner, que tuvo enorme eco en la prensa y la puso de mayor actualidad que nunca, la convirtió en un nuevo mito del feminismo; por entonces, y en los años siguientes, se leyeron críticas muy duras hacia la actitud de una mayoría de los académicos.

Los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el cuidado de su marido, jubilado en 1962, enfermo y ciego ya para 1968, y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su famoso Diccionario de uso del español (publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967). Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de toda actividad intelectual. Su marido fallece el 4 de septiembre de 1974, lo que termina con sus ganas de vivir. Pasó los siguientes seis años, hasta su propio fallecimiento en 1981, en su casa de Madrid, retirada del mundo y en medio del cariño y cuidados de su familia (su hermana Matilde, dos de sus hijos y numerosos nietos).

«El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad»… «Si yo me pongo a pensar qué es mi diccionario me acomete algo de presunción: es un diccionario único en el mundo». M.M.