Ayer en Londres, en el teatro Sadler’s Wells el nuevo espectáculo de Decouflé, en el que las sombras son protagonistas.
Philippe Decouflé es otro multifacético bailarín y coreógrafo francés que ha fusionado la imagen, la danza, el teatro y en este caso el video para crear un espectáculo visualmente rico, dinámico y variado con una intención principal, como él mismo declara: “Mi trabajo no pretende dar un paso adelante en la danza contemporánea sino entretener a la gente”.Una manera bastante elaborada de entretener, por cierto, en la que Philippe hace uso del humor (a veces deliberadamente tonto), el mimo, y más que nada una astucia visual que no da tregua al espectador.
Sombrero es un baile de sombras e imágenes espejo que se nutre de la proyección de video para invitarnos a un mundo etéreo, sencillo, donde vivir es una tarea tenue y hasta un poco superficial. O vista desde su opuesto, casi una experiencia circense, con una nueva profundidad, principalmente dotada por la música. El aporte musical de Sébastien Libolt y Cyrille Lehn es fundamental para darle alma a un espectáculo al que podría recriminársele la falta de corazón.
Tal vez la danza, por momentos, resulta el elemento menos contundente, el menos perfeccionado en pos de las imágenes proyectadas en manos de la tecnología y la lograda iluminación. La variedad de imágenes crea un kaleidoscopio mágico casi vertiginoso en el que nos perdemos a tal punto que el mundo fuera desaparece.
Decouflé logra su objetivo y nos entretiene. A veces maravillados como en un circo, somos niños en sus manos estéticas para borrar de nuestras mentes y corazones que el mundo es un lugar inhóspito y que nosotros los humanos somos actores conflictivos en una danza mucho más oscura que sus sombras.
Sin embargo, Sombrero es un espectáculo imperdible. La denominaría una “instalación teatral” donde los actores son meros instrumentos de una maquinaria visual protagonista. Quien se encuentre cerca de un teatro con Sombrero, le aconsejo ponérselo.