Las conclusiones científicas…una vez más…
son inequívocas.
A pesar de preciarse – haciendo uso de su multimillonaria maquinaria publicitaria – de ser la potencia “defensora” del mundo democrático por excelencia, en 2006 el señor Bush cerró las bibliotecas de la Agencia de Protección Ambiental EPA para deshacerse de todos los documentos “molestos” sobre el cambio climático. Además de haber promulgado reglamentos que prohíben a los científicos hacer declaraciones o publicar informes que contradigan su política y creencias. Estas nuevas leyes, obligan a los científicos de USGS (Oficina de Relevamiento Geológico de los Estados Unidos) a presentar todo informe científico antes de su difusión…y dice así: “se debe alertar sobre documentos que contengan temas de alto perfil o en conflicto con la política.”
Las emisiones de gases son para el señor Bush uno de estos temas en contradicción con el puño que tiene aferrado a las riendas del petróleo. Además de la consabida hipocresía bajo los diferentes disfraces democráticos, existe la corrupción indirecta y solapada en nombre de grupos de presión como ExxonMobil que ha ofrecido dinero a científicos para que escriban artículos que desacrediten las conclusiones del Panel Internacional presentadas ayer en París.
Pero existe algo más alarmante, si es que puede haber algo que supere el carácter perturbador de las medias irresponsables y opresoras de la administración Bush en todos los ámbitos de la vida.
¿Qué oscura materia conforma una sociedad donde lo único que puede apelar contra el daño y la posible destrucción del planeta es la religión y no el sentido común? ¿Es el amor divino (o más bien el temor) lo único capaz de forzar al Sr. Bush a modificar su brutal política ambiental? Con la nueva presión de la iniciativa Evangélica que reclama la acción del gobierno, Bush se encuentra frente a un dilema existencial: abrir el puño y dejar caer su control sobre el petróleo (léase el globo) o perder su alma y quemarse en el infierno del calentamiento del planeta.