Rami G. Khouri nos habla, en El País del sábado 10 de marzo, sobre el apoyo de Londres y Washington a “ciertos avezados autócratas árabes”. Nos habla de la “financiación de las milicias” y la perpetuación por parte de los gobiernos británico y estadounidense de “políticas que incrementan, más que palian, las amenazas contra la seguridad y las vulnerabilidades de todos los países de la región”. Y termina hablando del “espectáculo que incluye y trasciende la gran desintegración del mundo árabe que acaba de comenzar”.
No sé por qué, pero este análisis de Rami G. Khouri tiene ciertos paralelos con la industria farmacéutica (un tema recurrente en este blog)… ¿No será que la guerra y los conflictos creados en Oriente Medio ya se han convertido también en una industria? La política entonces, quiere decir, ¿ya es una industria?
El mundo moderno sin duda es una industria, con el peligro de ingerirse a sí mismo como producto bruto, al retroalimentarse de sí mismo hasta el último metro de tierra, de bosque, de intersticio, de huecos que llenar con las toneladas de desperdicios imparables e inagotables, y finalmente hasta el último pedazo de carne, el último hueso, cuando la industria del mundo ya no pueda producir más nada con su propia hoguera de consumo o reciclaje. ¿La desintegración del mundo árabe? No. Del mundo.