Aunque Vicente Verdú vuelve a esconderse detrás de una ensayada ambigüedad lingüística, no deja de ser explícita la misoginia de su última proposición recalcitrante (una vez más), en la entrega (hasta cuándo, le preguntaría a El País) del sábado 15 de marzo en la sección de cultura.
Aduciendo a su género con menoscabo, no consigue enmascarar su aversión a la mujer cuando dice: “el desarrollo de lo sensible o lo emocional anega el antiguo mundo del conocimiento y el prototipo intuitivo o vaginal se alza como el gran ojo divino y triangular de casi todas las cosas” y ensaya así, Verdú, su misoginia achacosa.
Además del mal gusto del título “La mirada vaginal”, tal vez otro intento de llamar la atención, intenta desprestigiar al mundo de la intuición que, finalmente, el universo masculino encerrado en el dogmatismo y lo pragmático a secas comienza a flexibilizarse en apreciar para su beneficio y el de la sociedad.
Como es habitual, Verdú dirige su esfuerzo literario a una originalidad forzada (valga la redundancia, en honor a la artificiosidad estilística que tanto lo entretiene) sin mayor atractivo intelectual, por mucho que intente escribir algo que valga la pena leer.
La intuición parece asustarle o aborrecerlo, sin darse cuenta, claro está, de que las vaguedades y devaneos que moldean su columna en El País no son nada más que juegos torpes de su propia intuición mal ejercitada, aunque bastante cargada de prejuicios y convencionalismos, por cierto.