La versión de Todo sobre mi madre (All about my mother) de Almodóvar presentada por Kevin Spacey en el Old Vic de Londres es otro intento de levantar un trabajo insulso y sin alma, usando un nombre como el de Diana Rigg (la interesante Sra. Peel de Los Vengadores).
Es la segunda pieza desabrida que asisto en el Old Vic desde que está en manos de Spacey como director artístico del teatro. La adaptación de la película de Almodóvar no deja de ser una idea interesante y refrescante para el teatro inglés, profundamente enraizado en su propia cultura. Sin embargo, en este caso, redundó en una puesta con una visión muy corta de las posibilidades de una historia rica y particular tanto en lo dramático como cultural, que le quedó grande al director de la puesta, Tom Cairns.
Tal vez una (a)puesta demasiado arriesgada, sin la suficiente sangre para hacerla levantar presión a la altura de Almodóvar. Un intento, no sin esfuerzo, tal vez forzado para ser natural, que finalmente no llega a convencer ni siquiera al público inglés. Cuando se cierra el telón y se oye a la señora de la fila de adelante ponerse el abrigo mientras dice en medio tono: “Muy buena actuación”, hay que admitir que hay algo que no funciona. ¿Estará tan encarnada en el teatro inglés la escuela clásica shakesperiana, que Almodóvar es forzar un trago demasiado fuerte para unos labios acostumbrados al bálsamo de una taza de té Earl Grey? ¿O es que la dirección artística de Kevin Spacey quedó estancada en el uso de nombres, como el propio, para vender entradas de casi 100 dólares, con la tarea de llenar un teatro que estaba moribundo y hambriento de finanzas y público?
Una vez más me remito al pasatiempo versus la calidad, los resultados financieros versus el compromiso artístico. Las señoras con sus abultados peinados de peluquería me resultan un escenario común en la sala del Old Vic; aunque algo incongruente en torno a la figura de Spacey quien, en su talentosa carrera como actor de cine, ha apostado por la elección de papeles y proyectos ricos, algunos provocadores, como American Beauty, The Usual Suspects, Swimming with Sharks, intentando alejarse del típico Blockbuster de Hollywood, una tarea difícil…
Van quedando muy pocos teatros que apuestan por el mejor teatro. Entretener superficialmente, para olvidar al salir por la puerta y retomar la conversación de la familia o el trabajo o lo que sea que quedó pendiente, parece ser la expectativa modesta del Sr. Spacey, que se suma a tantos otros…